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sábado, 1 de noviembre de 2008

Labriego,

con el tradicional "que aprovechen" entramos en este gallego-portugués, que se sitúa cerca de la Plaza de Santo Domingo. En la entrada tenemos una barra y unas mesas con grifo de cerveza y contador en el centro. Es el primer lugar en el centro en el que veo este sistema y es bastante entretenido y curioso para un grupete de amigos que les gustan estas tonterías.
Si avanzamos nos encontramos con un servicio atento y multitud de mesas para pasar unas buenas horas comiendo comida de toda la vida y con sustancia. Me llamo la atención lo agusto que se estaba, con los saludos iniciales y comunicación entre mesas, que si el cocido es mucho, que si no va a poder con tanto, que si no se lo a acabado, etc.
Me encanto el saludo de los comensales que se incorporaban deseando un bien a nuestro estómago, tradición mayoritariamente borrada de nuestra educación, pero por mi sinceramente añorada y puesta en practica las veces que haga falta. Madrid es como un barrio, y a los del barrio se les saluda y se les desea lo que sea, así que a saludar.
















La carta que nos encontramos es extensa y variada, desde platos de cuchara, pescado, carne, entrantes y carnes. Una buena carta que toma su tiempo, pero que merece la pena leer. Por sus influencias lusas encontramos muchos platos de Bacalao: a la brasa, con nata, cremoso con gambas, con setas, etc.

El cocido lo sirven todos los días, pero según la sopa no debe ser su fuerte, claro, no son madrileños.

Por crisis y simpleza optamos por el menú del día que tenia muy buena pinta y cuesta 16,50€.
Los 2 primeros fueron sopa de cocido (nos dejaron cambiarla en vez de pote gallego) y judías verdes rehogadas con jamón. Pedimos que nos echaran algún garbanzo a la sopa, y nos encontramos con un pedazo de cuenco lleno de sopa y garbanzos con chorizo (puse al lado un mechero pequeño para que veáis el tamaño del cuenco). La sopa estaba bien, pero nos quedo claro que no iríamos a tomar un cocido como plato único, el chorizo era ahumado y seguía duro y la sopa le faltaba consistencia.








Las judías con jamón estaban excelentes y abundantes. Una entrada ligera y siempre buena. Ya si hacen un sofrito de ajo y pimentón, rehogar las judías y acompañarlo con un huevo frito, diosssssss. Pero bueno, así de sobrias también estaban muy buenas.



La carne en salsa venia acompañada de unos pimientos de del padrón fritos y unas patatas fritas en dados grandes. La carne tenia mucha consistencia y sabor, pero estaba muy compacta. También es cuestión de gustos, pero a mi me gusta la carne bien tierna y que no haga falta ni el cuchillo. Los platos viene muy llenos por lo cual os dejareis algo en el plato seguro, y os encontrareis con la pregunta del maitre si no nos ha gustado. Y por ultimo media lubina a la espalda con ajo y guindillas, muy buena, aunque podría haber estado un poco menos echa.














Por una norma de la infancia, si no se acaba el plato, no hay postre, por lo cual pedimos un café y un pacharan casero que tenían. Al pacharan le echaron demasiados granos de café, pero estaba bueno.
Información Labriega:
Veneras, 4, Madrid, 28013
Metro: L2 Santo Domingo
Tel: 915592407

Los 2 Menús salieron a 33 € (16,50€ cada uno). Mas las cervezas, agua, licores y cajetilla de tabaco se pagaron 47€. El servicio muy atento y encantador, de toda la vida. Y volvemos a acordarnos de los saludos de los comensales que entraban a comer, una costumbre educacional que no se debería perder. Este detalle crea un ambiente familiar y acogedor, y muestra la educación básica que lamentablemente estamos perdiendo. Al final acabamos hablando entre mesas sobre las proporciones exageradas del cocido.
Para los aficionados al Mus, la gente suele echarse unas manos después de comer, ahí tienen las cartas, tapetes, etc.
Bueno gente añeja y fermentada, un saludo,
El Deshollinator

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